PEDERASTIA

por Karina de Abad

La Iglesia por sí sola no puede hacer las cosas. La Iglesia no tiene manos, ni pies. Tampoco sexo, preferencias sexuales ni perversiones. Son los hombres dentro de ella, los que tienen manos y pies. Los que son célibes o no lo son. Los que pueden o no tener aberraciones de cualquier tipo.

Supongamos que la Iglesia Católica es una gran familia. En una familia, más aún si es numerosa, puede haber de todo. En medio de ese todo seguramente habrá: el rebelde, el desadaptado, el vago, el inoportuno, el intolerable, el indeseable, el drogadicto, y en ocasiones terribles, dolorosas y devastadoras el aberrado sexual.

Díganme ustedes, ¿qué culpa tiene la familia?

¿Tiene culpa la Iglesia, que es la gran familia de Dios, que dentro de ella exista gente de todo tipo, incluyendo a los abusadores sexuales y pederastas?

La culpa es de quien comete la falta, no de la Iglesia. La Iglesia Católica, fundada por el mismo Cristo, está ahí, abierta a todos por amor. Con sus puertas abiertas para que dentro de ella encontremos al amor que es Dios, el amor que es Jesucristo.

Jesucristo, que nos guste o no nos guste tiene un Vicario en este mundo, que es el Santo Padre, quien tampoco tiene la culpa de las faltas de los fieles o de los sacerdotes, de las monjas o de los consagrados, o de nadie. Ni tampoco tiene la culpa de tus faltas ni de las mías.

Pensemos, tú y yo, ¿No cometemos faltas? ¿No somos pecadores? ¿Cómo puede un pecador acusar a otro armando un escándalo a sabiendas que lo único que va a conseguir es hacerle publicidad al mal, a la perversión, al mismísimo pecado?

En todos lados se cuecen habas. En todas las familias también. Pero cada familia ha de encarar sus problemas con la mayor dignidad posible. Pondrá un freno y hasta un castigo al culpable. Pero a toda costa debe evitar el escándalo.

El escándalo no es otra cosa que la publicidad del mal.

Invito a una reflexión más: si el Papa, fuera un gran pecador, que no lo es, la Iglesia tampoco tiene culpa en eso. El culpable de sus pecados sería el mismo Papa.

Propongo que cada uno piense que su casa es la Iglesia y que cada uno es el Papa. Que hay un hijo en esa casa que es un pobre y triste degenerado sexual. ¿Armamos un alboroto? ¿Lo publicamos en el periódico? ¿Sacamos la misma noticia una y otra vez, aunque las acciones de ese hijo hayan sido en el pasado?

Ahora, muchos se las han tomado contra el Santo Padre. Qué si tiene o no la “culpa” de que dentro de la Iglesia hubieron y hay sacerdotes pederastas y abusadores sexuales.

Pederastia, pedofilia, abuso sexual infantil…Estados alterados que existen en nuestra época, existieron antes y seguramente, existirán después.

¿Cómo va a tener la culpa el Santo Padre de que entre sus sacerdotes y entre sus fieles (ojo) haya quienes sean pederastas, pedófilos o abusadores? No. Claro que no. ¡No tiene la culpa!

El hombre y la mujer somos seres humanos capaces de cometer cualquier pecado. Capaces de practicar cualquier aberración. Lo que no es una justificación, pero si una llamada a la reflexión y a la cordura al momento de emitir opiniones, críticas malsanas y juicios equivocados. Obviamente lo de la perversiones sexuales, sean o no de sacerdotes, es algo espantoso y repugnante. Pero aún así hay que mantener la calma cuando de opinar se trata. Si fuéramos santos estaríamos en una estampita. ¡Pensemos por favor!

La reflexión va dirigida sobre todo a quienes siendo católicos, publican sus opiniones en los medios, sin sentarse un momento a meditar.

Si se sabe de casos de sacerdotes pederastas y abusadores sexuales, también se conoce de aquellos, la mayoría, que llevan una vida abnegada al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Con aciertos y errores, pero al servicio de Dios.

Si fomentamos esta atroz campaña publicitaria en contra de nuestra Iglesia Católica y de nuestro Santo Padre, nos estamos auto-lanzando piedras, porque la Iglesia en definitiva somos todos.

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