LAICOS CORRESPONSABLES EN LA IGLESIA Y EN LA SOCIEDAD
Mensaje en el Foro Internacional de la Acción Católica
Ciudad del Vaticano, miércoles 5 septiembre 2012
(ZENIT.org).-

Al venerado hermano Monseñor Doménico Sigalini, Consejero
general del Foro internacional de Acción Católica.
Con ocasión de la VI Asamblea ordinaria del Foro
internacional de Acción Católica, deseo dirigirle un cordial saludo a usted y a
todos los que participan en ese significativo encuentro, y de modo particular
al coordinador del Secretariado, Emilio Inzaurraga, a los presidentes
nacionales y a los consejeros. Saludo en especial al obispo de Iasi, Monseñor
Petru Gherghel, y a su diócesis, que acogen este encuentro eclesial durante el
cual estáis llamados a reflexionar sobre la «corresponsabilidad eclesial y social».
Se trata de un tema de gran importancia para el laicado, que
resulta muy oportuno en la inminencia del Año de la fe
y de la Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la nueva
evangelización. La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad
especialmente respecto al papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de
considerar como «colaboradores» del clero, sino como personas realmente
«corresponsables» del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto,
que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución
específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las
tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión
cordial con los obispos.
Al respecto, la constitución dogmática Lumen Gentium define
el estilo de las relaciones entre laicos y pastores con el adjetivo «familiar»: «De
este trato familiar entre los laicos y los pastores se pueden esperar muchos
bienes para la Iglesia; actuando así, en los laicos se desarrolla el sentido de
la propia responsabilidad, se favorece el entusiasmo, y las fuerzas de los
laicos se unen más fácilmente a la tarea de los pastores. Estos, ayudados por
laicos competentes, pueden juzgar con mayor precisión y capacidad tanto las
realidades espirituales como las temporales, de manera que toda la Iglesia,
fortalecida por todos sus miembros, realice con mayor eficacia su misión para
la vida del mundo» (n. 37).
Queridos amigos, es importante ahondar y vivir este espíritu
de comunión profunda en la Iglesia, característica de los inicios de la
comunidad cristiana, como lo atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una
sola alma» (4, 32). Sentid como vuestro el compromiso de trabajar
para la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación
en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva al mundo, en la búsqueda
continua de los signos de los tiempos. No os canséis de afinar cada vez más,
con un serio y diario esfuerzo formativo, los aspectos de vuestra peculiar
vocación de fieles laicos, llamados a ser testigos valientes y creíbles en
todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleve
esperanza a las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los
hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida.
Guiar al encuentro con Cristo, anunciando su mensaje de
salvación con lenguajes y modos comprensibles a nuestro tiempo, caracterizado
por procesos sociales y culturales en rápida transformación, es el gran desafío
de la nueva evangelización. Os animo a proseguir con generosidad vuestro
servicio a la Iglesia, viviendo plenamente vuestro carisma, que tiene como
rasgo fundamental asumir el fin apostólico de la Iglesia en su globalidad, en
equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, y en espíritu de
íntima unión con el Sucesor de Pedro y de activa corresponsabilidad con los
pastores (cf. Apostolicam Actuositatem, 20).
En esta fase de la historia, a la luz del Magisterio social
de la Iglesia, trabajad también para ser cada vez más un laboratorio de «globalización
de la solidaridad y de la caridad», para crecer, con toda la
Iglesia, en la corresponsabilidad de ofrecer un futuro de esperanza a la
humanidad, teniendo también la valentía de formular propuestas exigentes.
Vuestras asociaciones de Acción Católica se glorían de una larga y fecunda
historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio, algunos de
los cuales han sido reconocidos por la Iglesia como beatos y santos. Siguiendo
su ejemplo, estáis llamados hoy a renovar el compromiso de caminar por la senda
de la santidad, manteniendo una intensa vida de oración, favoreciendo y
respetando itinerarios personales de fe y valorizando las riquezas de cada uno,
con el acompañamiento de sacerdotes consiliarios y de responsables capaces de
educar en la corresponsabilidad eclesial y social.
Que vuestra vida sea «transparente», guiada por el Evangelio e
iluminada por el encuentro con Cristo, amado y seguido sin temor. Asumid y
compartid los programas pastorales de las diócesis y de las parroquias,
favoreciendo ocasiones de encuentro y de sincera colaboración con los demás
componentes de la comunidad eclesial, creando relaciones de estima y de
comunión con los sacerdotes, con vistas a una comunidad viva, ministerial y
misionera. Cultivad relaciones personales auténticas con todos, comenzando por
la familia, y ofreced vuestra disponibilidad a la participación, en todos los
niveles de la vida social, cultural y política, buscando siempre el bien común.
Con estos breves pensamientos, a la vez que os aseguro mi
afectuoso recuerdo en la oración por vosotros, por vuestras familias y por
vuestras asociaciones, de corazón envío a todos los participantes en la
asamblea la bendición apostólica, que de buen grado extiendo a las personas con
quienes os encontréis en vuestro apostolado diario.
Benedicto PP XVI
Castelgandolfo, 10 de agosto de 2012
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