La Iglesia celebra hoy la
solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y con este domingo culmina el año
litúrgico. Después de haber contemplado durante el año los distintos aspectos
del misterio de Cristo: la espera de su venida, su nacimiento de la Virgen María
en la extrema pobreza de un pesebre en Belén, su presentación al templo y su
Epifanía, su bautismo en el Jordán, con lo cual comenzó su ministerio público,
su enseñanza, sus milagros, su Transfiguración y su Pasión, muerte,
resurrección y Ascensión al cielo, en este domingo tenemos el gozo de
contemplarlo resucitado y sentado en su trono de gloria en posesión de pleno
poder sobre todos los hombres y sobre todo lo creado.
El Papa Pio XI, el 11 de
diciembre de 1925, instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su
objetivo es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Lo confesamos
supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas.
Meditemos el diálogo entre Pilato
y Jesús, que había sido entregado por los judíos para que fuera condenado a
muerte. Toda la escena gira en torno al tema de la realeza de Jesús. Pilato le
hace dos preguntas: La primera es esta: "¿Eres tú el Rey de los
Judíos?". A esta pregunta Jesús no contesta. En realidad, él no es
el Rey de los judíos; es mucho más que eso: Él es Rey de todos los
pueblos y de todo el Universo. Él
dice: "Mi Reino no es de este mundo"
La segunda pregunta de Pilato es
una deducción de lo dicho por Jesús: "¿Por tanto, tú eres Rey?". Y a
esta pregunta, en que se le atribuye el título de Rey sin ninguna limitación,
Jesús responde afirmativamente: "Sí, soy Rey", para esto
he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de
la verdad, escucha mi voz»
Para que se entienda su reinado
es universal y que nada queda excluido a su dominio, Jesús mismo declara:
"Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28,18). Él conquistó su realeza al precio de su
pasión, como dice el himno de la carta a los filipenses: "Se humilló a
sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó
y le concedió el 'Nombre sobre todo
nombre', de modo que el nombre de Jesús toda rodilla se doble en los
cielos, en la tierra y en los abismos" (Fil 2,8-10). No hay ningún lugar
que se sustraiga a su reinado. El libro del Apocalipsis lo llama "Príncipe de los reyes de la
tierra" y explica por qué ha merecido este título: "Al que nos
ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados... a él la gloria y el
poder por los siglos de los siglos" (Ap 1,5.6).
Jesús nos revela su misión
reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Esta fiesta
celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su
Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este
Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina. La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios
fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede
las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el
amor. Ésa es la misión que le dejó Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.
"Todo el que es de la verdad
escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor,
escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en
miembros del Reino de Dios.
Oración a Cristo Rey.
¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey
universal.
Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado
para Vos.
Ejerced sobre mí todos vuestros derechos.
Renuevo mis promesas del Bautismo,
renunciando a Satanás,
a sus pompas y a sus obras, y prometo
vivir como buen cristiano.
Y
muy en particular me comprometo a hacer triunfar,
según mis medios, los derechos de Dios y de
vuestra Iglesia.
¡Divino Corazón de Jesús! Os ofrezco mis pobres acciones
para que todos los corazones reconozcan vuestra Sagrada
Realeza,
y que así el reinado de vuestra paz
se establezca en el Universo entero.
se establezca en el Universo entero.
Amén.
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