Nota: La carta del ERI, se conforma de dos partes: la Carta del Consiliario del ERI y la Carta de un Hogar Responsable perteneciente al Equipo Internacional.
Queridos Amigos:
Esta es la segunda vez que como Consiliario Espiritual del
ERI me dirijo a ustedes. Los saludo muy cordial y afectivamente, queridas
parejas, dispersas en todos los continentes, viviendo con alegría a pesar de
las dificultades y los sufrimientos, su condición de parejas cristianas, unidos
por los lazos del sacramento del matrimonio, en colaboración con Dios en esta
misión admirable del servicio de la vida, compartir y ofrecer a sus hijos, sus
pequeños hijos y al mismo tiempo, ver a sus niños de antaño. Así es como
ustedes viven el ideal de la espiritualidad conyugal y familiar, ese ideal que
el Padre Caffarel soñó para los Equipos de Nuestra Señora: servir a Dios por
toda la vida en medio del mundo.

Este ideal del Padre Caffarel fue consagrado por el Concilio Vaticano II, el cual recuerda la santidad como ideal y vocación de todo cristiano y se refiere al matrimonio cristiano y a la familia como una escuela de virtudes y de santidad. En este año de la fe durante el cual evocamos el comienzo del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962 - hace 50 años - todos tenemos una oportunidad providencial para volver a las fuentes de la espiritualidad de los Equipos de Nuestra Señora, con fidelidad y dinamismo con el fin de vivir ese ideal de santidad en las condiciones propias de nuestros tiempos.
Todos lo sabemos, pero es bueno recordar frecuentemente que
los Equipos de Nuestra Señora tienen la misión de anunciar y dar testimonio al
mundo, de la verdad de la vida y del amor, de ese amor que se manifiesta en la
disponibilidad para dar la vida y aún para morir de amor.
Esto es justamente lo que yo aprendí de mis padres y muy
especialmente de mi madre, quien acaba de dormirse tranquilamente en el Señor a
la bella edad de 104 años. Ella siempre estuvo disponible y se entregó
totalmente a sus hijos especialmente a mí, para que yo pudiese seguir mi
camino, ser verdaderamente
libre ser verdaderamente yo mismo sin depender de nadie, para
poderme dedicar totalmente a mi misión. Ella siempre estaba ahí, en silencio en
su solicitud maternal para que pudiese ser yo mismo. Ella me transmitió la
pasión por la vida; me hizo entender verdaderamente lo que significa ser un
hijo y fue gracias a ella que yo me deleito contemplando en la Iglesia su
rostro maternal.
Durante este año de la fe, el papa Benedicto XVI nos ha
invitado a descubrir
la alegría de creer, alegría que es correlativa a alegría de vivir. Una de las
notas características de los Equipos de Nuestra Señora es indudablemente la alegría.
Con ocasión del último encuentro en Brasilia, tuvimos la posibilidad de tocar
verdaderamente esa alegría contagiosa de las parejas reunidas. Esa alegría, a
encuentro muy presente en las Cartas de las Súper Regiones que recibo
regularmente.
Podemos preguntarnos a igual que cualquier otra persona;
¿cuál es el secreto de esa alegría que es diferente a la alegría que
encontramos en el mundo? ¿Cuál es su fuente? Yo estoy seguro de que esa fuente
se encuentra en la práctica fiel de los puntos concretos de esfuerzo, según la
metodología de los Equipos de Nuestra Señora, sobre todo, insisto en la oración
conyugal y en el deber de sentarse. Es necesario que las parejas y los Equipos
profundicen y vivan lo más fiel y generosamente posible, su unión en el Señor;
es Él quien los ha reunido en Equipos; fue Él quien los escogió y unió en el
matrimonio para que vivan su vida conyugal a la imagen de la
relación entre Cristo y la Iglesia (Ef. 5, 32). Nadie puede
separar lo que el Señor ha unido. Este es el testimonio que deben dar al mundo,
en a gracia y la fuerza del Espíritu del Señor, las parejas cristianas de los
Equipos de Nuestra Señora: esta es su misión como parejas cristianas. No teman
porque el Señor prometió que siempre estaría con ustedes.
Que este año de la fe sea para todos nosotros un tiempo
providencial para vivir y dar testimonio de que la alegría de creer está ligada
a la felicidad, a la generosidad y a la abnegación de quien es capaz de amar
hasta el final, como el Señor que abrió Su Corazón para que en El podamos
encontrar nuestro lugar de descanso.
Los saludo con todo mi corazón. Que el Señor los bendiga y
esté con ustedes en todas sus actividades.
P. José Jacinto
Ferreira de Farias, scj
jacinto@dehonianos.org
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