Nota: Reproducimos la Carta del ERI correspondiente al mes de Abril y que fue publicada recientemente en la página principal delmovimiento. La carta está conformada de dos partes: la Carta del Consiliario del ERI y la Carta de un Hogar Responsable perteneciente al Equipo Internacional.
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Muy queridos
amigos:

En estas palabras
del Santo Padre, tenemos una síntesis y al mismo tiempo un programa para que
todos nosotros vivamos en este año de la fe, y también a lo largo de toda
nuestra existencia. De hecho, hay una relación muy estrecha entre la fe y la
esperanza, porque en verdad, el conocimiento engendra confianza y, por su
parte, mientras más grande sea la confianza entre las personas, mejor y más
profundo será el conocimiento recíproco a partir del cual será posible
progresar en el compartir de la vida. Aquí encontramos justamente la tercera
dimensión que nos hace falta: la fe y la esperanza abren el corazón a la
caridad, al amor oblativo que será posible solamente en quien verdaderamente
cree y confía. Los cónyuges cristianos son discípulos que siguen al Señor.
Este es un punto fundamental que caracteriza a los ENS desde sus orígenes, cuando el Padre Caffarel comenzó a reunirse con las primeras parejas, que buscaban profundizar sus relaciones en el Señor. Esto es muy importante, porque antes de ser cónyuges, ellos son cristianos, lo que significa que, como discípulos, cada uno busca colocar ante todo la voluntad de Dios, el pensamiento de Dios sobre cada uno... Y qué maravilla será para los cónyuges poder descubrir más y más que es el Señor quien los une - ese Dios que los ha unido - lo que Dios ha unido, el hombre no podrá separarlo - y que desde la eternidad, El los concibió el uno para el otro, para que fueran colaboradores en la creación, para que condujeran todas las cosas hacia el fin para el cual Dios las creó. Del bien y la Felicidad, San Agustín decía que los cónyuges cristianos tienen una misión, la de educar a sus hijos, es decir, mostrarles el camino que los conduce hacia Dios.
Es así como en el Señor el amor humano se transforma en amor oblativo y en la escuela del Señor aprendemos y cultivamos la delicadeza del amor, y es en este sentido que el Magisterio de la Iglesia, especialmente el Papa Pio XI, pero también el Concilio Vaticano II, hablan de la castidad conyugal, es decir, el corazón puro y casto que cultiva la delicadeza del amor, esa inclinación por el ser amado por sí mismo y según Dios.
Un programa como este, queridos amigos, seguramente es muy exigente. El P. Caffarel decía en una de sus conferencias que el amor perfecto exige sacrificio y abnegación, porque en verdad debemos de cierta manera contradecir nuestra inclinación a la rutina y a la facilidad.
En este momento en que os escribo, estamos viviendo el tiempo litúrgico de la Cuaresma. En su mensaje, Benedicto XVI nos invita a meditar y a vivir la relación entre la fe, y la caridad, porque esas virtudes están íntimamente unidas. La pareja y la familia son el lugar privilegiado para verificar esta relación, porque el fundamento del matrimonio es la fidelidad de los esposos, como forma de vivir el amor, y esta fidelidad aparece como la manifestación de la victoria del amor sobre el tiempo.
Muy queridos amigos, os deseo a todos y a vuestras familias las gracias más abundantes, las bendiciones de Dios y la protección maternal de la Santísima Virgen.
Aceptad mis saludos más cordiales.
P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj
Consiliario
Espiritual del ERI
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