Hemos creído en el amor (cf.1 Jn 4,16)

Todos
nosotros, matrimonios de los ENS, somos bien conscientes de las dificultades y
de las crisis que se viven hoy en el matrimonio. Sabemos cuán débil es la
espiritualidad que anima a las parejas, ya que falta la capacidad de tener una
visión amplia y profunda que nos lleve a detenernos y reflexionar frente a la
inmediatez de los acontecimientos.
No llegamos
a profundizar en el misterio de Dios ni a encontrar la fuerza y la luz para
afrontar las pruebas de la vida. Nos perdemos en la multiplicidad de nuestros
deseos, mientras que solo la fuerza de la fe nos puede llevar a creer y a
confiar que sólo en la presencia del "nosotros", el hombre siente a
Dios más próximo. El camino hacia la salvación será el resultado del verdadero
encuentro con DIOS, a través de los hombres.
Somos
matrimonios de los ENS, un Movimiento de Iglesia que nos ayuda a madurar la fe
por la que seremos salvados. Caminamos al lado de un Padre que nos conoce por
nuestro nombre y que nos hace capaces de escucharle. Un Padre que no es ni
extraño ni misterioso. Un Padre que nos guía en el camino, convirtiéndose así
en nuestro faro y con su Luz nos muestra cómo resistir las amenazas.
Asumiendo
esta condición de hijos muy amados, nos atrevemos a hablar a otros de aquello
en lo que creemos.
La ORACIÓN nos lleva a ver la luz y a
sentir la paz.
En nuestro
interior habrá fuentes que nos lleven a encontrar un oasis de paz y de
reconciliación.
En el
Silencio alcanzamos a percibir los signos de los tiempos que nos conducen a
dejar de ser espectadores curiosos y críticos de un mundo que, después de todo,
es el nuestro y a cuya humanidad pertenecemos.
Creer en el
amor, vivir la fidelidad del matrimonio dialogando siempre en familia, haciendo
del diálogo una realidad viva, aunque sea difícil de llevar a cabo, he aquí el
gran desafío que el Evangelio nos lanza.
Ser familia
es vivir las preocupaciones de esta humanidad a la que pertenecemos.
Ser piedras
de esta humanidad que lucha y que llora, pero que quiere creer que Dios está
presente en todas estas incertidumbres, es ser levadura de esta familia que
Dios nos ha confiado.
Lo que se
nos pide es discernir cómo buscar continuamente a Dios en todas estas
ocasiones, viviendo la esperanza en nuestras dificultades, buscando siempre la
voluntad de Dios.
Descubrir
personas que no conocen a Cristo, haciéndoles tomar conciencia de la gracia del
perdón de Dios, será para nosotros una preocupación constante, una parte de
nuestra praxis diaria.
Partir de
este descubrimiento impulsados por la esperanza es responder a una llamada que
nos llevará Dios sabe dónde..., es partir al descubrimiento de nuevos caminos y
cosas nuevas en nuestra vida, es encontrar en nuestra vida conyugal un terreno
fértil para la práctica permanente de la abnegación.
Rápidamente
nos daremos cuenta de que hay una gran necesidad de amor en estas personas que
encontramos. Desean ardientemente tener a alguien que les escuche, con quien
compartir la alegría de ser amados, porque la misericordia de Dios les ha
comunicado la alegría de la esperanza.
El eco en
nosotros que provoca esta llamada lanzada desde el Concilio hasta el Papa
Francisco no deja de inquietarnos, invitándonos a no tener miedo y a abrir las
puertas a Cristo.
«Él está vivo y camina a nuestro lado
». Dejémonos guiar
por la mística de nuestro Movimiento y no pongamos obstáculos a la voz del
Espíritu Santo... Él es quien sostiene y alimenta nuestra esperanza en esta
lucha que iniciamos libremente.
Siempre
enraizado en la oración, el primer combate será luchar interiormente para
abandonar nuestras comodidades y dejar que Cristo tome la iniciativa de
guiarnos. Volver a la fuente y abandonarnos a su mirada es reconocer nuestra
incapacidad para continuar el Camino sin Él.
Reconocer
que toda cruz lleva a la resurrección, ya no es una señal de sufrimiento, sino
un signo de victoria, en la convicción de que la Esperanza nos salvará.
Si la cruz
es un signo del amor de Dios, amor que Jesús asumió en la violencia de su
sufrimiento, ella nos hace participar de la victoria de Jesús sobre la muerte.
Seamos, por
tanto, verdaderos discípulos de Cristo, acompañados por María, símbolo de toda
esperanza y memoria de toda humildad. Con Nuestra Señora seremos capaces de
salir a las calles, de entrar en las casas y celebrarlo, sabiendo que Ella
siempre estará presente para enseñarnos a hacer todo cuanto Él nos diga.
Tó y José
Moura Soares
Pareja
Responsable Internacional
Fuente: Sitio
Principal de los Equipos de Nuestra Señora
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