Continuación Correo del ERI de octubre 2013

Hemos creído en el amor (cf.1 Jn 4,16)

Moura_2013

Todos nosotros, matrimonios de los ENS, somos bien conscientes de las dificultades y de las crisis que se viven hoy en el matrimonio. Sabemos cuán débil es la espiritualidad que anima a las parejas, ya que falta la capacidad de tener una visión amplia y profunda que nos lleve a detenernos y reflexionar frente a la inmediatez de los acontecimientos.

No llegamos a profundizar en el misterio de Dios ni a encontrar la fuerza y la luz para afrontar las pruebas de la vida. Nos perdemos en la multiplicidad de nuestros deseos, mientras que solo la fuerza de la fe nos puede llevar a creer y a confiar que sólo en la presencia del "nosotros", el hombre siente a Dios más próximo. El camino hacia la salvación será el resultado del verdadero encuentro con DIOS, a través de los hombres.

La Fe y la Esperanza nos fortalecen y nos identifican con Jesús, y creemos que la alianza que Él ha establecido con nosotros durará para siempre.

Somos matrimonios de los ENS, un Movimiento de Iglesia que nos ayuda a madurar la fe por la que seremos salvados. Caminamos al lado de un Padre que nos conoce por nuestro nombre y que nos hace capaces de escucharle. Un Padre que no es ni extraño ni misterioso. Un Padre que nos guía en el camino, convirtiéndose así en nuestro faro y con su Luz nos muestra cómo resistir las amenazas.

Asumiendo esta condición de hijos muy amados, nos atrevemos a hablar a otros de aquello en lo que creemos.

La ORACIÓN nos lleva a ver la luz y a sentir la paz.

En nuestro interior habrá fuentes que nos lleven a encontrar un oasis de paz y de reconciliación.

En el Silencio alcanzamos a percibir los signos de los tiempos que nos conducen a dejar de ser espectadores curiosos y críticos de un mundo que, después de todo, es el nuestro y a cuya humanidad pertenecemos.

Creer en el amor, vivir la fidelidad del matrimonio dialogando siempre en familia, haciendo del diálogo una realidad viva, aunque sea difícil de llevar a cabo, he aquí el gran desafío que el Evangelio nos lanza.

Ser familia es vivir las preocupaciones de esta humanidad a la que pertenecemos.

Ser piedras de esta humanidad que lucha y que llora, pero que quiere creer que Dios está presente en todas estas incertidumbres, es ser levadura de esta familia que Dios nos ha confiado.

Lo que se nos pide es discernir cómo buscar continuamente a Dios en todas estas ocasiones, viviendo la esperanza en nuestras dificultades, buscando siempre la voluntad de Dios.

Descubrir personas que no conocen a Cristo, haciéndoles tomar conciencia de la gracia del perdón de Dios, será para nosotros una preocupación constante, una parte de nuestra praxis diaria.

Partir de este descubrimiento impulsados por la esperanza es responder a una llamada que nos llevará Dios sabe dónde..., es partir al descubrimiento de nuevos caminos y cosas nuevas en nuestra vida, es encontrar en nuestra vida conyugal un terreno fértil para la práctica permanente de la abnegación.

Rápidamente nos daremos cuenta de que hay una gran necesidad de amor en estas personas que encontramos. Desean ardientemente tener a alguien que les escuche, con quien compartir la alegría de ser amados, porque la misericordia de Dios les ha comunicado la alegría de la esperanza.

El eco en nosotros que provoca esta llamada lanzada desde el Concilio hasta el Papa Francisco no deja de inquietarnos, invitándonos a no tener miedo y a abrir las puertas a Cristo.

«Él está vivo y camina a nuestro lado ». Dejémonos guiar por la mística de nuestro Movimiento y no pongamos obstáculos a la voz del Espíritu Santo... Él es quien sostiene y alimenta nuestra esperanza en esta lucha que iniciamos libremente.

Siempre enraizado en la oración, el primer combate será luchar interiormente para abandonar nuestras comodidades y dejar que Cristo tome la iniciativa de guiarnos. Volver a la fuente y abandonarnos a su mirada es reconocer nuestra incapacidad para continuar el Camino sin Él.

Reconocer que toda cruz lleva a la resurrección, ya no es una señal de sufrimiento, sino un signo de victoria, en la convicción de que la Esperanza nos salvará.

Si la cruz es un signo del amor de Dios, amor que Jesús asumió en la violencia de su sufrimiento, ella nos hace participar de la victoria de Jesús sobre la muerte.

Seamos, por tanto, verdaderos discípulos de Cristo, acompañados por María, símbolo de toda esperanza y memoria de toda humildad. Con Nuestra Señora seremos capaces de salir a las calles, de entrar en las casas y celebrarlo, sabiendo que Ella siempre estará presente para enseñarnos a hacer todo cuanto Él nos diga.


Tó y José Moura Soares
Pareja Responsable Internacional

Fuente: Sitio Principal de los Equipos de Nuestra Señora

No hay comentarios:

Publicar un comentario