Me alegra
poder estar con ustedes, hombres y mujeres que representan y dinamizan
la vida social, política y económica del País. Justo antes de entrar
en la Iglesia, el Alcalde me ha entregado las llaves de la ciudad. Así puedo
decir que aquí, en San Francisco de Quito, soy de casa.
Ese
símbolo que es una muestra de confianza y cariño, al abrirme las puertas, me
permite presentarles algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de la
vida familiar. Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se
siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos,
los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad,
incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo
apoyan; su dolor es de todos.
Me viene a
la mente la imagen de esas madres, esposas, las he visto en Buenos Aires
haciendo colas los días de visita para entrar a la cárcel, para ver a su hijo o
a su esposo que no se portó bien por decirlo en lenguaje sencillo, pero no los
dejan porque siguen siendo de casa, cómo nos enseñan esas mujeres.
En la
sociedad ¿No debería suceder también lo mismo? Y, sin
embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político, en el
sentido más amplio de la palabra, no olvidemos que la política,
decía el beato Pablo IV, es una de las formas más altas de la caridad muchas
veces este actuar nuestro se basa en la confrontación que
produce descarte. “Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz
de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo y así vamos construyendo una
cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de
amplitud ¿Eso es ser familia? En las familias, todos contribuyen al
proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo;
al contrario, lo sostienen, lo promueven, se pelean, pero hay algo que
no se muere, ese lazo familiar. Las peleas de familia son reconciliaciones
después.
Las
alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser
familia!: si pudiéramos lograr poder ver al oponente político
o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos,
padres o madres, qué bueno sería ¿Amamos nuestra sociedad? o
sigue siendo algo lejano, algo anónimo que no nos
involucra, que no nos mete, que no nos compromete ¿Amamos nuestro país, la
comunidad que estamos intentando construir? ¿La amamos solo en
los conceptos disertados, en el mundo de las ideas?, San Ignacio,
permítame el aviso publicitario, San Ignacio nos decía en los Ejercicios que el
amor se muestra más en las obras que en las Palabras ¡Amémosla a la
sociedad en las obras más que en las palabras!
En cada
persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía
que el amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al
aislamiento. Dos criterios que nos pueden ayudar, a mirar la sociedad
con otros ojos, no solo a mirarla, a sentirla, a pensarla, a tocarla, a
amasarla. A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que
refuercen los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la
importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar,
las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el
respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales y son: la
gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad. Y entonces, partiendo de
este ser de casa, mirando a la familia, pensemos en la sociedad, a través de
estos valores sociales que mamamos en casa, en la familia, la
gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.
La
gratuidad. Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia
índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir
lo que recibe gratuitamente de ellos, los padres, rompe esta
relación o entra en crisis, fenómeno más común, las primeras reacciones
que a veces suelen ser anteriores a la autoconsciencia de la madre cuando la
madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras, empieza a querer
romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo, cuidado que hay
competencia, cuidado que ya no sos el único. Curioso.
El amor de
los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con
el que viene, con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al
otro. A mi me gusta preguntarle a los chicos, si tenés dos caramelos y
viene un amigo ¿qué hacés? generalmente me dicen, “le doy uno” Y si tenés un
caramelo y viene tu amigo, ¿qué haces?Hay duda y van desde el “se lo doy”, “lo
partimos” al “me lo meto en el bolsillo” y ese chico que aprende a abrirse al
otro, en el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es
complemento, no es complemento sino requisito necesario para
la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la
justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al
servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damos- nuestra
tarea consiste en que fructifique en obras de bien.
Los bienes
están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es
lícito pesa sobre ellos una hipoteca social, siempre. Se
supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de
compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho
fundamental de la persona a una vida digna.
Y
siguiendo con la Justicia. La explotación de los recursos naturales, tan
abundantes en el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato. Ser
administradores de esta riqueza que hemos recibido nos compromete con la
sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las que no podremos
legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del medioambiente, sin una
conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo creado.
Nos
acompañan aquí hoy hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonia
ecuatoriana, esa zona es de las “más ricas en variedad de especies, en especies
endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva. Requiere
un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial pues
tiene una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer
integralmente, pero cuando es quemada o arrasada para desarrollar cultivos, en
pocos años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos
desiertos (cfr.LS 37-38).
Y ahí
Ecuador –junto a los otros países con franjas amazónicas– tiene una oportunidad
para ejercer la pedagogía de una ecología integral. ¡Nosotros hemos recibido
como herencia de nuestros padres el mundo, pero también recordemos que
lo hemos recibido como un préstamo como préstamo de las generaciones
futuras a las que se lo tenemos que devolver y mejorar! y esto es
gratuidad.
De la
fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no
consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de
los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie
puede quedar apartado.
El
Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos
cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos
los actores sociales. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la
crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen
incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social.
Las normas
y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la
inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y
así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control
desmedido y la merma de libertad.
La
esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los
ciudadanos, especialmente a los jóvenes, me referí a la falta de trabajo
creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede
en las estadísticas macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere
un tejido social firme y bien cohesionado. Si no hay solidaridad esto
es imposible, me refería a los jóvenes y me referí a la falta de trabajo,
mundialmente es alarmante países europeos que estaban en primera línea hace
décadas, hoy están sufriendo y la población juvenil, de
25 años hacia abajo, un 40 , un 50 por ciento de desocupación, si no hay
solidaridad eso no se soluciona le decía a los salesianos, ustedes
que Don Bosco los crió para educar, hoy educación de emergencia para
esos jóvenes que no tienen trabajo porque emergencia para prepararlos a
pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder llevar el pan a casa,
estos jóvenes desocupados que son los que llamamos “ni, ni” ni estudian ni
trabajan, qué horizonte les queda, las adicciones, la tristeza, la depresión,
el suicidio, no se publican integralmente las estadísticas de suicidio juvenil
o enrolarse en proyectos de locura social que al menos representen una idea.
Hoy se nos pide cuidar de manera especial con solidaridad este tercer sector de
exclusión de la cultura del descarte. Primero son los chicos, porque o no se
los quiere en países desarrollados que tienen natalidad casi cero por ciento. O
no se los quiere o se los asesinan antes de que nazcan, después los ancianos,
que se los abandona y se los va dejando y se olvidan que son la sabiduría y la
memoria de su pueblo y se los descarta. Ahora le tocó el turno a los jóvenes.
¿A quién le queda lugar? a los servidores del egoísmo, del Dios dinero que está
al centro de un sistema que nos aplasta a todos.
Por
último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el
ámbito social en la subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es
necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer
lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza
que entraña la diversidad y el valor de la complementariedad. Los hombres, los
grupos tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer
errores.
En el
respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada
persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir
desde su especificidad al bien común. El diálogo es necesario, es fundamental
para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad
y espíritu crítico.
En una
democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos
indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y
cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas
imprescindibles en este diálogo, no son espectadores
Las
paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia:
asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus
proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos combinados de modo
notable, las obras de arte que reciben el nombre de “escuela quiteña”,
condensan un extenso diálogo, con aciertos y errores, de la historia
ecuatoriana.
El hoy
está lleno de belleza, y si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas
y atropellos - ¡cómo negarlo! incluso en nuestras historias personales,
cómo negarlo – podemos afirmar que la amalgama irradia tanta
exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha esperanza. También la
Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades
sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un
signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a
los más necesitados. Muchos me preguntarán, Padre, por qué habla tanto
de los necesitados, de las personas necesitadas, de las personas excluidas, de
las personas al margen del camino, simplemente porque esta realidad y la
respuesta a esta realidad está en el corazón del Evangelio y precisamente
porque la actitud que tomemos frente a esta realidad está inscrita en el
protocolo sobre el cual seremos juzgados en Mt. 25
Muchas
gracias por estar aquí, por escucharme, les pido por favor, que lleven mis palabras
de aliento a los grupos que ustedes representan en las diversas esferas
sociales. Que el Señor conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser
siempre ese ámbito adecuado donde se vivan estos valores
.
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