Queridos amigos,
Con mucha alegría
compartimos con Ustedes, la primera entrega de una serie de cartas, que resumen
el mensaje que Los Equipos de Nuestra
Señora, a través de los Hogares Responsables Internacionales, nos transmitieron
en el Encuentro Internacional de Responsables Regionales en Roma, el pasado mes
de septiembre. Esperamos que nos ayude a confirmar que estamos en el camino
correcto, a conocer la forma en que nuestro Movimiento está atento a los signos
de los tiempos, y nos permita hacer vida nuestra misión como testimonios
actuales del Evangelio del matrimonio.
Un abrazo en Cristo,
María
Auxiliadora y Jaime Jaramillo
Responsables
Región Ecuador
Roma 2015, III Encuentro
Internacional de Responsables Regionales.
FIDELIDAD
“Preguntaron
al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió: aquella donde el Amado nos ha
lavado nuestras culpas” (Beato, Ramón Llul)
En un mundo lleno de
necesidades, el Señor hoy nos pide “¿Quién
será mi mensajero? ¿A quién enviaré?”
Is 6, 8ª.
Él espera de nosotros un
compromiso profundo y una respuesta concreta y activa. Miremos hoy nuestro interior personal y
conyugal para responder a estas preguntas. Para lo cual, como esposos, pedimos
y reconocemos la necesidad de recibir siempre el don de la FIDELIDAD.
Esta palabra nos inspira dos
ideas: compromiso y confianza. Sólo la existencia de un compromiso permite
pensar en la exigencia de fidelidad; y solo con alguien en quien confías
podrías sellar un compromiso en el que aportas la vida entera. En el matrimonio ese compromiso es el de amarse.
Ante esto la fidelidad es algo mucho más elevado que la simple idea de tolerar
o resistir.
En nuestra boda nos dijimos:
“Yo, te recibo a ti y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y
en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte todos los días
de mi vida”. Algo muy similar dijo el P. Caffarel cuando relataba su vocación: “En
un instante, Jesús se convirtió en alguien para mí…. Supe que era amado y que
nos amábamos, y que de allí en adelante así sería para toda la vida”.
Estas declaraciones
produjeron en quienes las realizamos mucha serenidad como fruto de la confianza
en que el otro sería capaz de cumplir el compromiso.
Después de nuestra primera
mirada con el ser amado, hemos buscado siempre la felicidad de comprobar que,
en efecto, hemos sido capaces de cumplir la palabra dada, no sin
imperfecciones, no sin momentos de profundos egoísmos personales, no sin
insensibilidades hacia el otro. Pero seguros de que, a pesar de todo hemos
respondido con amor. Un amor que todo lo compensa a la manera de los “vasos
comunicantes”: las pérdidas provocadas por los fallos de uno, son compensadas
por el otro con su comprensión, perdón y ayuda, pero también con su exigencia
amorosa de cambio y de mejora.
Paradójicamente el amor va
creciendo en la media en que lo herimos y lo curamos. Quien se sabe amado y
perdonado, devuelve más Amor por el Amor recibido.
La Fidelidad no es conseguir
que una relación se alargue indefinidamente, sino que esa relación sea de
calidad, profunda, valiosa, trascendente y creadora. Que el otro sea lo más
valioso e importante; que el amor mutuo sea el tesoro por el cuál estemos
dispuestos a todo, con la ayuda del otro y del Totalmente Otro, nuestro Dios.
El P. Caffarel dijo al
respecto en Chantilly: “El matrimonio, obra maestra de Dios, tiene un Alma, que
es el Amor; dejar de lado el amor es condenar el matrimonio; hombres y mujeres
no pueden ser fieles a las exigencias del amor sin la ayuda de Cristo”
¡Que los Sacramentos y la
regla de vida de los Equipos, que la oración, la ayuda mutua y la
espiritualidad conyugal nos lleven a lo largo de nuestras vidas al conocimiento
profundo, a la vivencia del valor del matrimonio y al amor del Amor que nos
eleva hacia la Santidad y la eterna Fidelidad!
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