¿Qué significa la fecundidad para los
matrimonios de los Equipos?
La primera respuesta es probablemente
la de pensar en nuestros hijos. Después de todo el Señor les dijo a Adán y a
Eva que fueran fecundos y se multiplicaran. (Génesis 1,28) El amor conyugal representa el misterio más
profundo de nuestra condición humana de seres creados a imagen y semejanza de
Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y los creó hombre y mujer. El
hombre primero y la mujer después son creados directamente por Dios, como un
alfarero que modela al hombre y a la mujer con sus manos, con el Verbo y el
Espíritu Santo. Somos configurados en todo nuestro ser, a imagen de la
Trinidad, lo que se traduce en aquello que más profundamente constituye nuestro
ser como personas, es decir, seres de verdad, de libertad y de amor.
Reconocemos por tanto nuestra altísima
dignidad, por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios desde el
principio, lo que significa que cada uno de nosotros ha sido creado por Dios.
Él infunde en cada uno de nosotros el alma, tal como al principio Dios insufló
en el hombre el espíritu que le convirtió en un ser viviente. En el principio
Dios hizo al hombre y a la mujer en una relación tal de interioridad recíproca
que el hombre deja al padre y a la madre y se une a su esposa y los dos forman
una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Esta unión es una de las más profundas
manifestaciones del amor, pues el amor une. Pero esta unión no es un fin en sí
misma; se produce para que de esta unión surjan nuevas vidas. Por tanto la
fecundidad está inscrita en la naturaleza de la unión del hombre y de la mujer.
La fecundidad se manifiesta en los
hijos, que son el bien principal del matrimonio y también su fin primero. El
matrimonio es el lugar propio en el cual la vida se acoge y se transmite, con
la generosidad del que cree en la vida y gusta de vivir y por eso la transmite
como bien mayor.
El Bien mayor de la fecundidad es
colaborar con Dios en la obra de la creación.
Él creo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, las mismas que
se reflejan en la fecundidad de la verdad y el amor que da origen a toda la
creación.
Pero, ¿qué pasa con aquellas parejas
que por cualquier motivo no pueden tener hijos, o para las que se ha pasado ya
la edad de procrear? Y qué decir de los hombres y mujeres que son llamados a la
vida religiosa. ¿Pueden ser fecundos? Nosotros creemos que sí, pero de manera
diversa. La palabra fecundidad significa riqueza, lo que es fructífero,
productivo. La llamada de Dios nos llama a ser fecundos, de manera novedosa y
diferente.
El Señor nos llama para que plantemos
semillas y fructifiquen y den fruto abundante. Algunas veces la semilla ha
caído en suelo estéril, o ha brotado rápidamente para acabar secándose y morir.
Otras veces, el fruto se ha desarrollado de forma impensable, teniendo muy poco
que ver con la semilla original. Lo importante es continuar en nuestro intento
de ser fecundos, sabiendo que la fecundidad no está separada del Amor. Jesús dijo: “El que está en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque sin mi nada podéis hacer” (Juan 15,5) Y Él, Dios, es Amor.
* (Resumen de las meditaciones del P.
José Jacinto Ferreira de Farías, Consiliario del ERI y Helena y Paul McCloskey,
Gran Bretaña, Matrimonio enlace zona Eurasia, ERI. III
Encuentro Internacional de Roma, 2015)
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